Antonio Garrido Domínguez. Narración y Ficción: Literatura e Invención de Mundos. Iberoamericana- Vervuert, 2011, 265 pp. ISBN: 9783865276742
En los trabajos de expansión en zonas litorales no es extraño que se eche tierra en el mar para expandir el terreno que acoge las actividades humanas. Sobre esa tierra no se construyen instalaciones de forma inmediata. Se deja sentar para que se plasme y se encuadre lo mejor posible a los deslindes estipulados por las autoridades competentes antes de pasar a la construcción, y, de tal forma, cerciorarse de unos cimientos estables para los edificios que se incorporan posteriormente al terreno expandido. Asimismo, Antonio Garrido Domínguez emplea una larga introducción antes de revelar la cumbre de los edificios que construye, un afloramiento lento hasta dar con la noción de una mímesis platónico-aristotélica que, no obstante una sumisión a (re)configuraciones con el paso del tiempo, sigue siendo la barra con la cual se miden las producciones literarias.
Con el fin de explorar la calidad de la empresa de Garrido Domínguez, conviene fijar la mirada en los procesos tanto respecto a la plasmación del material argumentativo dentro de los deslindes como los de los edificios en sí. El lento afloramiento mencionado arriba favorece el trasfondo histórico que constituye los deslindes del terreno. Se trata de un trabajo de gran envergadura que discurre desde los origines en la Antigüedad griega hasta nuestros tiempos.
Con el fin de explorar la calidad de la empresa de Garrido Domínguez, conviene fijar la mirada en los procesos tanto respecto a la plasmación del material argumentativo dentro de los deslindes como los de los edificios en sí. El lento afloramiento mencionado arriba favorece el trasfondo histórico que constituye los deslindes del terreno. Se trata de un trabajo de gran envergadura que discurre desde los origines en la Antigüedad griega hasta nuestros tiempos.
Dentro de estos deslindes Garrido Domínguez atiborra el vasto espacio con ricos detalles para finalmente coincidir con M. Vargas-Llosa cuando éste afirma que “la vida real, la vida verdadera, nunca ha sido bastante para colmar los deseos humanos” (216). La elaboración de estos deseos son plasmados por la vía de la historia y consiste en presentar capas que contienen las varias acepciones de la noción de ficción que han tenido cabida en nuestra existencia. Este encargo es ampliamente cumplido con un trayecto basado en los cambios principales en la mimética o los actos de habla de la Antigüedad griega experimentados en el transcurso de las épocas en el eje teórico-literario: de la orientación de los lectores o la audiencia hacia el mundo exterior ideal a la subjetividad del individuo -- el autor-narrador o el lector -- para elaborar, configurar y reconfigurar esos mismos mundos ideales. Pasando por hitos esenciales en la historia -- como la era cervantina, el (pre) Romanticismo, el Realismo, las vanguardias, la “muerte del autor” en Barthes y las más recientes hibridaciones entre lo real y lo ficcional, el constructivismo y el uso de dispositivos ficcionales en la realidad con rasgos cada vez más virtuales en su definición --, el autor, parafraseando a Varga Llosa, nos lleva consigo en un viaje de construcción con el fin de demostrar, sin perder de vista las múltiples permutaciones de la relación y la naturaleza de la verdad y la ficción, que “la verdad y la mentira cohabitan en la mansión de la ficción”. La cohabitación subraya el rasgo común de cada ser humano orientado a “un deseo de ser más” (174). Sobre este vasto plano se lleva a cabo la edificación del núcleo principal sucintamente sugerida por el autor y apoyándose en el pensamiento de Paul Ricoeur: El mundo verdadero es el “punto de partida y el destino de la obra ficcional” (200). El señalar esta propuesta Garrido Domínguez la vincula con no poca adecuación a la noción platónico-aristotélica del idealismo y el perfeccionismo a las cual la obra ficcional (en el sentido verosímil) debería apuntar (14).
Aunque quizás no se esperaría en un trabajo sobre la literatura (ni es realmente evidente en el trabajo de Garrido Domínguez, puesto que ocupa pocas páginas en el todo de la exposición), una gema oculta se encuentra en la atención dada a los vínculos entre la ciencia y el arte. Sin menosprecio a la Ilustración, el Romanticismo que le siguió y la reacción del Realismo, el autor plantea de manera accesible y sin carecer de oportunidades de ahondamiento que “el arte y la ciencia coinciden -- de manera propia pero complementaria -- en ser generadores de creatividad, cooperación y conocimiento”. Por medio de la hipótesis en el mundo de la ciencia y la imaginación en la ficción, ambos campos proponen mundos posibles para la exploración. Resulta ser una idea brillante y da valor al subtitulo del trabajo en cuanto a la invención de mundos en relación a la narración y ficción -- no solamente en lo que concierne estrictamente a la literatura. Es precisamente en el marco del brillo de estas palabras que es de lamentarse una falta de averiguación más profunda en la realidad virtual y los rasgos de la posmodernidad. El autor se limita mayoritariamente a esbozar las opiniones optimistas y catastrofistas sobre esta nueva frontera de lo ficcional. Si, como el autor, citando a Baudrillard, señala que existe una estetización total del mundo al abrirse la posibilidad de construir “una realidad perfecta […] a través de la reproducción [que] extermina lo real por su doble”, es remarcable la falta de una exploración más desarrollada de la pérdida de lo que W. Benjamin denomina el aura artístico (179). La pregunta que surge es si el acceso fácil y repetido a un mundo estetizado donde es posible obtener el deleite de otra existencia no conllevaría una sequía artística en el seno de lo que J. Ma Merino llama el centro narrativo (homo narrans) del ser humano (homo sapiens) (176). Más aun, ¿qué pasaría con el ímpetu de inventar, el concomitante deseo de forjar algo realmente nuevo y, especialmente, la autonomía e independencia de hacerlo?
Salvo las ocasiones en que se resumen tardíamente las nociones, los datos y las explicaciones -- y que, por las divagaciones, entraña una pérdida de enfoque para el lector -- y en las repeticiones (a veces textuales) de una página a otra, Narración y Ficción satisface con una visión general que atestigua un alto grado de entendimiento de los desarrollos narrativos. Referente a la estructura de la investigación de Garrido Domínguez, pese a que se aprecia una dedicación por un fino acabado -- los deslindes, el plano de los cimientos y las edificaciones subsecuentes -- el contenido de los cimientos y el de las edificaciones pudieran haber cambiado de lugar. Así se hubiera evitado la larga introducción un tanto serpenteante y poner mejor de relieve “las causas de la paulatina recuperación de Platón en la actualidad” (16) y el énfasis en la mímesis platónico-aristotélica. Como tal, los deslindes del trabajo se llenarían con este énfasis (visiblemente recuperado hacia el final) y se erigirían lentamente edificaciones compuestas de las variaciones de la mímesis en el transcurso de las épocas. Los importantes detalles histórico-literarios cobrarían mayor sentido ya que servirían más claramente como pruebas para la tesis principal del autor. Sin embargo y en suma, este trabajo se le recomienda al estudiante que desea emplearlo como resorte en sus propias evaluaciones de obras literarias o a algún intrépido amante de la literatura con afanes de sacarle mayor provecho a sus lecturas y expandir sus conocimientos.
Aunque quizás no se esperaría en un trabajo sobre la literatura (ni es realmente evidente en el trabajo de Garrido Domínguez, puesto que ocupa pocas páginas en el todo de la exposición), una gema oculta se encuentra en la atención dada a los vínculos entre la ciencia y el arte. Sin menosprecio a la Ilustración, el Romanticismo que le siguió y la reacción del Realismo, el autor plantea de manera accesible y sin carecer de oportunidades de ahondamiento que “el arte y la ciencia coinciden -- de manera propia pero complementaria -- en ser generadores de creatividad, cooperación y conocimiento”. Por medio de la hipótesis en el mundo de la ciencia y la imaginación en la ficción, ambos campos proponen mundos posibles para la exploración. Resulta ser una idea brillante y da valor al subtitulo del trabajo en cuanto a la invención de mundos en relación a la narración y ficción -- no solamente en lo que concierne estrictamente a la literatura. Es precisamente en el marco del brillo de estas palabras que es de lamentarse una falta de averiguación más profunda en la realidad virtual y los rasgos de la posmodernidad. El autor se limita mayoritariamente a esbozar las opiniones optimistas y catastrofistas sobre esta nueva frontera de lo ficcional. Si, como el autor, citando a Baudrillard, señala que existe una estetización total del mundo al abrirse la posibilidad de construir “una realidad perfecta […] a través de la reproducción [que] extermina lo real por su doble”, es remarcable la falta de una exploración más desarrollada de la pérdida de lo que W. Benjamin denomina el aura artístico (179). La pregunta que surge es si el acceso fácil y repetido a un mundo estetizado donde es posible obtener el deleite de otra existencia no conllevaría una sequía artística en el seno de lo que J. Ma Merino llama el centro narrativo (homo narrans) del ser humano (homo sapiens) (176). Más aun, ¿qué pasaría con el ímpetu de inventar, el concomitante deseo de forjar algo realmente nuevo y, especialmente, la autonomía e independencia de hacerlo?
Salvo las ocasiones en que se resumen tardíamente las nociones, los datos y las explicaciones -- y que, por las divagaciones, entraña una pérdida de enfoque para el lector -- y en las repeticiones (a veces textuales) de una página a otra, Narración y Ficción satisface con una visión general que atestigua un alto grado de entendimiento de los desarrollos narrativos. Referente a la estructura de la investigación de Garrido Domínguez, pese a que se aprecia una dedicación por un fino acabado -- los deslindes, el plano de los cimientos y las edificaciones subsecuentes -- el contenido de los cimientos y el de las edificaciones pudieran haber cambiado de lugar. Así se hubiera evitado la larga introducción un tanto serpenteante y poner mejor de relieve “las causas de la paulatina recuperación de Platón en la actualidad” (16) y el énfasis en la mímesis platónico-aristotélica. Como tal, los deslindes del trabajo se llenarían con este énfasis (visiblemente recuperado hacia el final) y se erigirían lentamente edificaciones compuestas de las variaciones de la mímesis en el transcurso de las épocas. Los importantes detalles histórico-literarios cobrarían mayor sentido ya que servirían más claramente como pruebas para la tesis principal del autor. Sin embargo y en suma, este trabajo se le recomienda al estudiante que desea emplearlo como resorte en sus propias evaluaciones de obras literarias o a algún intrépido amante de la literatura con afanes de sacarle mayor provecho a sus lecturas y expandir sus conocimientos.